Espero que leas mi carta antes de que el mundo se destruya a causa del cambio climático. Mi nombre es Sara, soy una mujer mexicana de 40 años de edad y te escribo porque desde la semana pasada me siento fatal. Cometí un error y me gustaría intentar remediarlo por medio de esta carta.
No me arrepiento de andar en mi camioneta, ni tampoco de haberme comprado un café en Starbucks, tirando el vaso desechable a la basura. No me importa haberme bañado en 20 minutos, pudiéndolo hacer en 15. Verás, somos de generaciones diferentes, a la mía le importaba un comino cuidar los recursos naturales, y la tuya por fin está despertando para entender que debemos ser conscientes de nuestro medio ambiente. He cambiado algunos hábitos de consumo, y aprendido a reducir el número de basura que generamos en casa, pero para serte honesta, sigo eligiendo mi conveniencia y mi comodidad.
Aplaudo tu causa y simpatizo con ella, aunque definitivamente no es la mía. Estoy de acuerdo en que el mundo necesita cambiar, pero nadie ha dado soluciones y estrategias para lograrlo. Todos andamos corriendo como gallinas sin cabeza, pues falta organización, recursos, leyes y estímulos para ser más buena onda con el planeta. El gobierno de mi país, ni siquiera reconoce que enfrentamos una crisis climática. El año pasado le recortó presupuesto a la Comisión Nacional Forestal, y los niños dejaron de ir al colegio cuatro días por la magnitud de contaminación ambiental que generaron los incendios forestales.
Como te darás cuenta, esta carta no es para justificar mi actitud hacia el medio ambiente. Mi arrepentimiento es personal y mi disculpa es contigo directamente. Apareciste en mi radar cuando escuché que había una chavita sueca que no iba a la escuela los viernes para salir a protestar por el cambio climático. Me pareció extraño que tus papás, y el sistema educativo no te dieran guerra por eso, pero finalmente asumí que los países nórdicos tienen un sistema educativo más civilizado y moderno que el de la SEP.
Luego escuché que te trepaste a un velero para viajar a Nueva York. Supuse que era parte de la gran campaña publicitaria que acompaña tu causa. Después de dos semanas llegaste a NY y en la Asamblea General de la ONU, regañaste a los líderes del mundo.

Tu discurso me pareció emotivo, pero extremo. Con tintes de fanatismo. Me cayó gordo que les dijeras que “te robaron tu infancia”, porque me parece que existen niños en condiciones de pobreza que ni tú ni yo podríamos imaginar. Niños que se mueren de hambre, o han caído en las redes de la esclavitud moderna, o que sirven en ejércitos ilícitos o a grupos del crimen organizado, niñas que han sido vendidas para ser prostituidas por el resto de sus miserables vidas. ¡A esos niños sí les han robado su infancia!
Al siguiente día vi tus fotos en las redes sociales, aparecías con tu blusa rosa y tu trencita. Tenías cara de enojada, un semblante tenso, y estabas llorando. Me pareciste extraña, y en una publicación de Facebook decidí calificarte como una chavita “súper intensa”. Algunas lectoras te defendieron asegurando que el cambio lo hacen las personas apasionadas. Asentí.

Pero recientemente… mi colega y cuatacha, Cynthia, me comentó que tenías un diagnóstico de Asperger.
Inmediatamente, borré mi publicación, y me sentí muy mal. FATAL.
Heme aquí la señora cuarentona, burlándose de una chavita de 16 años por haber confundido su “intensidad”, con autismo.
Me puse a investigar más sobre tu diagnóstico, y aprendí que además de Asperger (que es un tipo de autismo de alto funcionamiento), también has sido diagnosticada con trastorno obsesivo-compulsivo, y trastornos alimenticios.
El 23 de abril del 2019, Paulina Neuding, publicó un artículo en Quillette.com titulado “Self-Care vs the Greater Good”. En él, describe tus ataques de ansiedad y trastornos alimenticios. Cuenta que has pasado semanas sin comer, y has presentado síntomas de inanición. Cuando por fin te animas a probar bocado, tu madre debe preparar la misma comida todos los días, hot cakes rellenos de arroz. Y si la comida viene etiquetada con tu nombre en un pedazo de papel, tus obsesiones y compulsiones regresan, ahuyentando al hambre. Explica también, que la crisis es familiar, pues tu hermana Beata de 12 años, ha sido diagnosticada con trastornos similares.
Ahora entiendo lo que alguna vez dijiste en Davos: “quiero que sientan pánico y que vivan con el mismo miedo que yo siento todos los días”.

Greta, nunca he tenido la intención de burlarme de nadie, especialmente de un grupo minoritario que tiene capacidades diferentes al resto de la población. Mi proyecto, a pesar de ser humorístico y sarcástico no tiene la intención de ofender, más bien, tiene la tarea de crear conciencia para construir una sociedad incluyente, habitada por personas analíticas y tolerantes que eviten el odio y la discriminación.
Empatizo contigo y tus sentimientos, te veo con ojos distintos. Y si bien no te prometo salvar al mundo de la crisis climática, prometo ser más cuidadosa con mis juicios.
Prometo recordar este momento, y abogar por ti. Pues a pesar de todas las barreras que has tenido que escalar, te has convertido en una adolescente de 16 años que ha logrado abrir los ojos del mundo. A mí me abriste los ojos por razones distintas, pero, al fin y al cabo, también me cambiaste.
Atentamente,
Sara Galico