Escrito por: Sara Galico
Cuando la marcha del 25 de noviembre (que tenía como finalidad erradicar la violencia en contra de las mujeres), se tiñó de expresiones violentas, me di cuenta, gracias a las benditas redes sociales, que el movimiento se está polarizando y radicalizando. Las circunstancias no son propias del movimiento feminista mexicano, ya que gran parte de la sociedad en nuestro país y en el mundo se ha vuelto extremadamente polarizada.
Durante la manifestación, algunas mujeres optaron por vandalizar los monumentos en Reforma y las estaciones de metro aledañas, quemaron banderas de México, le prendieron fuego al monumento de Cuhitlahuac, destruyeron, cantaron, gritaron con furia. Daños reparables, que pagaremos con nuestros impuestos los hombres y mujeres de nuestro país. Al gobierno no le va a costar, nos costará a nosotros.
Mi problema no son los monumentos, mi problema es la intolerancia.
Durante la marcha, también golpearon con palos a miembros femeninos de la policía, mientras les gritaban “traidoras”. Pintaron con spray aerosol a algunos hombres que caminaban por allí. Hiriéndolos física y verbalmente. Acosándolos y aterrorizándolos. Demostrándoles que las mujeres, en una circunstancia de igualdad con los hombres, también tienen la capacidad de humillar y lastimar al sexo opuesto. Equiparando al empoderamiento femenino, con la violencia.

Paralelamente, después de leer algunas publicaciones en redes sociales, y engancharme en eternas discusiones inútiles en otras, me di cuenta que la retórica feminista está justificando la violencia. “Es que ya estamos hartas”. “No tenemos libertad ni seguridad, vivimos con miedo”.
¿Noooooooo, juraaaaaa? (eyeroll)… Como si viviera debajo de una piedra. SOY MUJER y SOY MEXICANA. Sé que en este país las mujeres vivimos con miedo y somos testigos diariamente de la desigualdad de género. Yo también estoy indignada con la violencia que nos rodea. La diferencia radical que me separa de aquellas mujeres, es la expresión de este hartazgo. Yo repudio la violencia, ellas la justifican…
En otra discusión, también en redes sociales, me contestaron “preferimos estar de éste lado, que del lado de los violadores”. No pos claro… Como solamente puedes estar a mi favor o en mi contra. Con Dios, o con el diablo. Con melón o con sandía.
¿Qué tal la polarización? Ahora resulta que, si no aplaudo la violencia en las calles, estoy apoyando a los violadores. Me pasé la tarde en Instagram y Facebook leyendo demostraciones maniqueas que vislumbran solamente el blanco o el negro, que carecen de oportunidades de diálogo, de mediación. Pues la lucha por los derechos de la mujer se ha radicalizado tanto, que cuestionar las protestas nos convierte inmediatamente en enemigos del feminismo.
Personalmente, si me ponen solamente dos alternativas, definitivamente prefiero ser tachada de feminista aguafiestas a condonar la violencia. Pues vivimos en un país violento en el que la gran parte de la población vive sumergida en un sistema de opresión e injusticia. Y si todos los agraviados empezamos a ceder a nuestros impulsos y no a pensar con la cabeza, vamos a terminar quemándolo todo. Terminaremos volcándonos en una guerra de odio e intolerancia.

No es imposible. La lucha por los derechos de las mujeres debe mostrar disciplina para encaminar el enojo y canalizarlo a un proyecto de paz. Necesitamos fortalecer alianzas y crear una sociedad inclusiva. Una sociedad tolerante.
¡Ese es el tipo de feminista que soy!
#NiUnaMenos
#VivasNosQueremos
«La búsqueda de la verdad no admite la violencia contra el adversario»
Mahatma Gandhi