Por Sara Galico
Mexicanos al grito de guerra,
la alerta sísmica ha sonado otra vez.
El acero a prestad y el bridón,
el acero que pesa, corta y atrapa a nuestra gente con horas contadas para salir.
Y retiemble en sus centros la tierra,
la tierra de los aztecas, de los mestizos, de los mexicanos.
Al sonoro rugir del cañón,
el rugir de los edificios que truenan y se desploman sin piedad.
…y retiemble en sus centros la tierra, al sonoro rugir del cañón…

Ciña ¡Oh patria! tus sienes de oliva,
tus sienes cubiertas con cascos amarillos, chalecos anaranjados, arneses y perros.
De la paz el arcángel divino,
el arcángel divino que contempla nuestra cuidad cada 19 de septiembre.
Que en el cielo tu eterno destino,
nuestro eterno trauma colectivo,
por el dedo de Dios se escribió.
Más si osare un extraño enemigo,
un enemigo violento que nos acecha pacientemente desde el centro de la Tierra.
Profanar con su planta tu suelo,
tu suelo cansado, inestable y sobrecargado.
Piensa ¡oh patria querida!,
México lindo y querido, México agrietado, México de luto.
Un soldado en cada hijo te dio,
un soldado que corre hacia el peligro y no se aleja.
…un soldado en cada hijo te dio…
¡Patria, patria! tus hijos te juran,
te juramos solidaridad, te juramos no olvidar, te juramos mantener la esperanza.
Exhalar en tus aras su aliento,
su último aliento, ese que nadie escucho por el pánico, el caos y la conmoción.
Si el clarín con su bélico acento,
el acento de las ambulancias y los helicópteros que no dejan de sonar.
…nos convoca a lidiar con valor…
¡Para ti las guirnaldas de oliva!,
las medallas a nuestros héroes que nunca terminaremos de entregar.
¡Un recuerdo para ellos de gloria!,
una gloria temerosa, insípida y ensombrecida.
¡Un laurel para ti de victoria!,
victoria por ver a tus hijos finalmente unidos y bondadosos.
¡Un sepulcro para ellos de honor!,
para todos ellos que no salieron o no encontramos, para aquellos que quedaron enterrados en los escombros otro 19 de septiembre.
¡Un sepulcro para ellos de honor!
