Escrito por Sara Galico
Conmemoramos 50 años de la masacre de Tlatelolco, el capítulo de nuestra historia nacional que simboliza la represión del gobierno mexicano ante las protestas estudiantiles de 1968. El momento en que los jóvenes mexicanos perdieron su inocencia, que vieron que con Díaz Ordaz y su gabinete no se jugaba.
Momento en que el gobierno decidió que era más importante guardar las apariencias ante el mundo, que la vida de decenas/centenas de mexicanos.
Las revueltas empezaron en el verano, era 2 de octubre y las protestas no paraban. La inauguración de las Olimpiadas estaba programada a escasos 10 días, había que actuar rápido y con mano dura para restablecer el orden. Era necesario garantizar la obediencia de los revoltosos que cuestionaban el autoritarismo, exigían diálogo y presionaban para ejercer sus derechos políticos. Cabe mencionar también, que los grupos más violentos quemaban camiones, aventaban bombas molotov y aterrorizaban a la ciudad.

El gobierno no titubeó . Los mandó matar en plena plaza, a la luz de la noche. No sabemos cuántos fueron, pero a ojo de buen cubero estimamos que 33/300.
Terminó la masacre, el ejército y el batallón Olimpia se retiraron. Se llevaron a dos mil chamacos detenidos, algunos desaparecieron. Llegaron los camiones de basura, se fueron cargados de cuerpos. Cayó la lluvia y se diluyó la sangre. Más tarde, los servicios de limpieza borraron lo ocurrido en la plaza de las Tres Culturas. Censura informativa en hospitales.
Los versos de un poema náhuatl describían con exactitud lo ocurrido: “y el olor de la sangre mojaba el aire, y el olor de la sangre, manchaba el aire”.
Semanas después, los jóvenes volvieron a sus salones de clases. Entendiendo que el perro que ladra, a veces muerde. Se llevaron a cabo las olimpiadas con palomas blancas, y se restableció el orden en la cuidad.
Numerosos artículos de periódicos y revistas relataron las atrocidades de esta historia. También el famoso libro de Elena Poniatowska “La Noche de Tlatelolco”. Y cómo olvidar Rojo Amanecer, la película protagonizada por los hermanos Bichir que nos dejó con el estómago hecho nudo. Y a Javier Barros Sierra, rector de la UNAM, héroe nacional.
Actualmente existe un monumento dedicado a las víctimas, y un museo en el Centro Cultural Universitario en Tlatelolco. Cada 2 de octubre recordamos la masacre como una mancha negra en la historia reciente de nuestro país. En los medios de comunicación abunda el mensaje: “el 2 de octubre no se olvida”. Lo estudiamos en las escuelas, cuestionamos sus alcances y el legado que dejó para las futuras generaciones de jóvenes mexicanos. Para sanar, crear consciencia y avanzar.
En ese sentido, ganó el movimiento estudiantil, porque forma parte de nuestra memoria histórica. Los escuchamos. ¡El 2 de octubre no se olvida!
Paralelamente, conmemoramos 11 años del inicio de la guerra contra el narcotráfico, el capítulo de nuestra historia nacional que simboliza la debilidad del gobierno mexicano ante el crimen organizado. La inexistencia del Estado de derecho. El momento en que los mexicanos perdemos la esperanza.
Ya no hay apariencias que guardar, las Olimpiadas ya no se interesan en nuestras instalaciones, y el mundo entero lo sabe: México es inseguro, peligroso. Centenas de miles de muertos, secuestros, fosas comunes, desapariciones, feminicidios. No existe el orden, ni la obediencia. No sabemos cuántos son, pero a ojo de buen cubero 200,000. La masacre no termina. En el día y en la noche. La lucha está en las plazas, en las calles, en todos lados y en ningún lugar en especial. No es de los estudiantes, es de todos.
Numerosos artículos de periódicos y revistas han relatado las atrocidades de esta historia. Los periodistas mueren a manos de esta lucha. Algunos libros han sido publicados y no hay película. Celebramos las vidas de los capos en las exitosas series de Netflix. Pero faltan monumentos en las plazas que conmemoren a las víctimas, o explicaciones en los museos. No hay mensaje en los medios de comunicación. Ni un capítulo en los libros de texto.
Seguimos exclamando “el 2 de octubre no se olvida” … pero los 200,000 muertos de la guerra contra el narco, valen madres.
Vemos a las víctimas y nos compadecemos de ellas. Pero la verdad es que no entendemos lo que ha pasado, lo que está pasando. Porque ésta es una guerra desordenada, confusa y violenta. No es una guerra civil, pero tampoco deja de serla. Es el pan de todos los días, nuestra nueva normalidad. Un país que vive chapoteando en sangre.

El 2 de octubre no se olvida… pero los 200,000 muertos de la guerra contra el narco, nos valen madres.
Ojalá que en 50 años más, podamos hacer sentido de esta guerra absurda, de esta guerra en la que mexicanos asesinan a mexicanos, de esta guerra que son tantos ya los muertos que andan circulando en un tráiler por las calles de Jalisco porque el Servicio Forense no tiene a dónde meterlos. De esta guerra injusta que nos tiene sumergidos en miedo, dolor e inseguridad. De esta guerra que ni siquiera ha ganado un lugar en la memoria colectiva de nuestro pueblo.
Victimas de esta guerra somos todos los mexicanos
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Desgarrador, pero cierto!
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¡Geniaaal!
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Muchas gracias Florencia!
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Muy cierto. Muy aterrador.
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Muchas gracias por tu comentario
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Muy buen artículo, felicitaciones. Solo una pequeña observación… «Calló la lluvia…» está mal escrito es del verbo callar. Debería ser: Cayó la lluvia y se diluyó la sangre. Y la palabra diálogo lleva tilde en la á porque es esdrújula.
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Mil mil mil gracias! Lo corrijo inmediatamente!
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Muy interesante artículo, felicitaciones. Solamente quería hacer una observación donde escribes: «Calló la lluvia y se diluyó la sangre», debería decir «Cayó» del verbo caer porque el otro es de callar. Y la palabra diálogo lleva tilde en la letra «a» porque es esdrújula.
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Por nada!!! Es un excelente artículo!!!
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