El peatón chilango. El estorbo capitalino.

Estoy manejando en el estacionamiento de Target, ansiosa por llenar mi carrito de cosas que no necesito pero me hacen muy feliz. Un proverbio milenario dice: “aquel que cree que el dinero no compra la felicidad, nunca ha entrado a un Target”. Solo necesito encontrar un lugarcito para estacionarme y listo! Los carriles de doble sentido, los amplios espacios de estacionamiento, las palmeras, el sol, la brisa perfecta, la gente feliz… bendito San Diego.

Cuando los veo venir….tan arrogantes y confianzudos. Se creen los dueños del mundo, caminan frente a mi coche sin voltear a verme, sin darme las gracias porque les hice favor de cederles el paso. Me deben la vida y los ingratos no hacen ni una mueca. Ellos, que ni se enteraron que dentro de ese coche, hay un ser humano buscando lugar para estacionarse; no aprietan el paso para quitarse de mi camino. Ellos, los peatones. Los reyes de la calle.

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Foto: @plumamex

Mi hígado me dice: que se apuren y se muevan, no tenemos todo el día. Entonces tengo que controlar mi instinto chilango por acelerar, un poquito nada más para que se asusten y se apuren, tampoco los quiero matar #niqueestuvieraloca. Y me contengo… no quiero causar una escenita para que me deporte Donald Trump; necesito primero entrar a Target.

 

 

Me pongo a pensar en mi México querido y lo que significa ser peatón en mis rumbos. Los peatones chilangos son/somos simple y sencillamente los más desafortunados. Los que nos rifamos la vida en cada cruce de avenida. El estorbo y la escoria capitalina.

Mientras espero a que pasen los patrones, hago un recorrido mental de las aventuras y acrobacias que vivo cada que cruzo la avenida de mi casa para llegar al gimnasio. La tecnología de mi iphone me dice que son aproximadamente 600 pasos.

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Instagram. @plumamex

Y dice así…

Saludo a los policías de mi edificio, uno de ellos, quien tiene el trabajo más peligroso del mundo me ayuda a cruzar la calle con su letrerito de ALTO. Invariablemente hay un camión de escuela parado en la entrada, por lo que hay que esperar a que arranque para poder empezar la travesía. No esperar demasiado, porque llega otro, o peor aún, un pesero. Cuando por fin se despeja el carril empezamos a cruzar, caminamos hacia un tope para que nos sirva de armadura en caso de que venga un coche volado, o una moto de Rappi, o de Multi-Farmacias…

Cruzamos el primer tramo fácilmente y  llegamos al camellón que está en construcción, siempre lo están arreglando, no entiendo que le pueden hacer, es sólo un camellón! Pero invariablemente están haciendo excavaciones.

El segundo tramo es aún más complicado, no hay tope! El poli y yo estamos a la merced de los conductores, cuando frenan y nos dan el paso, les doy las gracias con el gesto apropiado. Cuando no, les miento la madre, también con el gesto apropiado. A veces vienen señoras en su camioneta, que van tarde a dejar a sus hijos a la escuela, tampoco te dejan pasar, pero mínimo les ves un ápice de remordimiento por aventarte el coche. O ciclistas que salieron a hacer ejercicio y no van a frenar porque ya agarraron ritmo.

Por fin termina el tramo peligroso, y me despido del policía. Sigo en la banqueta brincando charcos. Siempre esquivando montones de caca de perro o cuidando que no me caiga encima el cable del poste de luz que lleva suelto desde el día que me mudé.

Y cuando finalmente estoy a punto de llegar me enfrento con el jóven de los tamales, que ocupa toda la banqueta con su carrito y su clientela. Bloquea todo el paso, pero de todas maneras le sonrío y le digo buenos días.

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Instagram. @plumamex

Llego al gimnasio exhausta! Y una hora después, lo vuelvo a caminar de regreso: el carrito de tamales, ya también llegó el de los dulces, el cable suelto del poste de luz, la caca de perro (¿sí será de perro?), los charcos, las camionetas que ahora van tarde a los pilates, el camellón con chairos buscando petróleo, los coches volados y las motos, el camión de escuela y la sonrisa del poli cuando me ve regresar entera.

Ser peatón en la Ciudad de México podría ser comparado a una Spartan Race. Sólo que más peligrosa.

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Ahora que todos nos sentimos muy emocionados con los cambios que vienen en México y estamos listos para que se resuelvan todos nuestros problemas (#yeiiii), podríamos aumentar este punto al pliego petitorio. Ser más nice con los estorbos peatonales, y entender que absolutamente todos, aunque sea por una fracción de minuto, pertenecemos a esta clase de escoria capitalina que vive en peligro constante.

 


5 respuestas a “El peatón chilango. El estorbo capitalino.

  1. Bien escrito!! Me quise reir mucho pero no pude!! Desafortunadamente, hace unos ańos una pizza moto atropello dejando sin vida a la tia que mas he querido en mi vida. Una Sra. Que dedico su vida a hacer el bien incluyendo llevando el desayuno al poli que la ayudaba a cruzar la calle.

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  2. Muy bien escrito! Me quise reir mucho pero no pude! Desafortunadamente, hace unos ańos una moto pizza atropello dejando sin vida a la tia que mas he querido en mi vida. Un angel de mujer que dedico su vida a ver por los demas, incluyendo llevar el desayuno al poli que la ayudaba a cruzar las calles en las mańanas.

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