Por: Sara Galico. Tiempo estimado de lectura (5 minutos)
Día número 16 de la cuarentena. Espera, ¿de cuál cuarentena, la impuesta por mi comunidad, o aquella sugerida por el gobierno? En este último caso, hoy sería el primer día. Pues hasta ayer en la noche el Sub-secretario de Salud, Dr. Hugo López-Gatell, nos dio la indicación de quedarnos en casa para evitar el contagio exponencial de la pandemia. No habló de multas, simplemente apeló a nuestra consciencia cívica. Esa que no tenemos, y que difícilmente desarrollaremos en cuestión de semanas. Los mexicanos, en términos generales, hemos sabido responder con solidaridad y hermandad en momentos difíciles. Lo vimos en los sismos de 1985 y 2017, y a lo largo de todo el proceso de apertura democrática.
Pero también, en otras ocasiones, somos una sociedad que carga ciertas actitudes egoístas. Como cuando manejamos en las calles sin respetar las normas de tránsito, como cuando nos estacionamos en doble fila, como cuando evadimos nuestras responsabilidades sociales, y cuando “tranzamos para avanzar”. Como mexicanos y como individuos, ¿sabremos sacar lo mejor o lo peor de nosotros mismos ante esta crisis?
Estamos asustados, pues vemos lo que el Covid-19 les ha hecho a sociedades más organizadas que la nuestra. Los ha puesto de rodillas. Este virus ha puesto a prueba los sistemas de salud norteamericanos, europeos y asiáticos. Las cifras que conocemos nos demuestran que han fallado. ¡Qué miedo ponernos a prueba! ¿Será que vamos a fallar también? Si esto sucede, aunado a la crisis económica que atravesamos, me temo que todos los memes del mundo no van a ser suficientes para apagar nuestra angustia.
No voy a criticar al Presidente, ni a su gabinete, pues la historia se encargará de hacerlo. Su capacidad de manejar esta situación para un país de 125 millones de habitantes hablará por sí misma. Lo mismo será evidente para la crisis económica que enfrentamos. Una recesión que hoy en día es comparable con la del 2009, según el Fondo Monetario Internacional. Llegará el momento en que López Obrador tendrá que callar, o responder ante sus acciones.
Realmente hemos sido generaciones afortunadas, que crecieron alejadas de las guerras mundiales que obligaron a nuestros abuelos a migrar a otros continentes, sin la certidumbre de volver a casa con sus seres queridos. Somos la generación más chiqueada de la historia de la humanidad.
Sin embargo, no estamos exentos de las guerras, las catástrofes naturales, y en este caso, las pandemias. Estamos sentados en la antesala de una tragedia y la incertidumbre y el miedo también juegan un papel muy importante en nuestra toma de decisiones, haciéndonos caer en patrones de conducta que repercuten en nuestro comportamiento social.
Y nuestro comportamiento social, en realidad, me preocupa muchísimo. Las circunstancias cuando se genera un ambiente de pánico colectivo, nos convierten en seres temerosos y desconfiados. Nos está tocando vivir momentos que jamás imaginamos. Sentimos que nos han robado tiempo, productividad, sustento, tranquilidad y conexión con nuestros seres queridos. Estamos asustados, ansiosos y enojados. Combustible puro para caer en los viejos vicios de la humanidad: el odio, la intolerancia y la búsqueda de chivos expiatorios.

Los primeros responsables, naturalmente, son los murciélagos. Ya que uno de ellos, desafortunadamente terminó en una sopa en un mercado en Wuhan. Por ello, la semana pasada en Perú, un grupo de personas asustadas por el contagio, salieron a cazar y quemar centenas de murciélagos. La falta de información y la ignorancia, los llevaron a tomar medidas brutales y erróneas.
Muchos apodan al Covid-19 como el “virus chino”, “pues qué asco, quién los manda a andar comiéndose todo lo que se mueve”, justifican. Sin embargo, les pido por un momento que reflexionen el impacto que tendría en nuestra seguridad e integridad, si fuera conocido como el “virus mexicano”, o el “virus judío”. ¿Estarían preocupados? ¿Temerían por su seguridad?
Cabe mencionar, que, en Estados Unidos, decenas de personas de origen asiático han sido agredidas e insultadas en las calles, por la fallida percepción de que ellos son los responsables de lo ocurrido. Podríamos argumentar (como ya lo han hecho diversos líderes internacionales) que las autoridades del régimen chino sí son culpables de no haber contenido la epidemia en sus inicios, o de ocultar vital información de lo que estaba pasando en Wuhan, entre otros errores de acción y omisión. Pero de ahí a imputarles a las personas de origen asiático el ser agentes de enfermedad… hay un gran trecho.
En nuestro país, la situación tiende a ser distinta, pero igualmente preocupante. Algunos sectores de la población aseguran que el virus es cosa de “fifís”, mientras otros culpan desalmadamente a las clases bajas por “no quedarse en su casa”. En días recientes, enfermeras de nuestro país (aquellas que podrían eventualmente salvar nuestras vidas y que en otros países reciben porras, chocolates y ovaciones) también han sido discriminadas. En un incidente en Jalisco, el 31 de marzo, les negaron el derecho a usar el transporte público, mientras les rociaban agua con cloro.

Durante la Edad Media, esta mezcla de intolerancia e ignorancia fue el caldo de cultivo de donde surgió la calumnia que pretendía culpar a los judíos de ser los causantes de la Peste Negra (pandemia que causó unas 100 millones de muertes). Es muy fácil intentar culpar y responsabilizar a los otros de la incómoda realidad que atravesamos. Y como la historia del antisemitismo nos lo ha demostrado, el odio es por sí mismo un virus que infecta a sociedades enteras.
Pareciera que el coronavirus tiene la capacidad de enseñarnos muchas cosas, pero la más importante de todas, en mi opinión, es que, a pesar de todas nuestras barreras ideológicas que hemos construido a través de la historia, todos somos humanos. Los pobres y los ricos, los asiáticos, africanos, australianos, latinos y europeos. Ninguna raza es inmune. Ningún país es inmune. Las mezquitas, sinagogas, iglesias tampoco son inmunes. Mientras nosotros estamos acusándonos mutuamente por la propagación del virus, el Covid-19 está infectando a la humanidad sin discriminar.
Tenemos que estar más unidos que nunca, es nuestro boleto al éxito para vencer a esta pandemia. Les ruego, hoy más que nunca, que luchemos con todas nuestras fuerzas en contra de esa vocecita histórica y maligna que nos orilla a cometer atrocidades en contra de los “otros”.

Cuidémonos todos, pero no solamente del virus, sino también de las rupturas sociales que pueden encargarse que nos convirtamos en sociedades más divididas. Porque lo único que podemos asegurar el día de hoy, es que nos va a tocar a nosotros volver a construir el mundo.
Namaste!
Sara !!! Lo mejor que he leído de ti !! Bravo y mil
Veces BRAVO !!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias, gracias! Mil gracias
Me gustaMe gusta
Sara . Simplemente maravilloso . Y muy, muy cierto . Mis felicitaciones .
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas muchas gracias!
Me gustaMe gusta
No cabe duda que tienes toda la razón!!! Es peligrosísimo culpar o otros o a todos. Finalmente, esto nos atañe y cada uno de nosotros tenemos una parte de responsabilidad. Si cada quien se queda en casa, saldremos más rápido de esta triste realidad.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias! Ojalá que salgamos bien librados
Me gustaMe gusta