Sara Galico
Creo verdaderamente que estamos donde debemos estar. Será el destino, o lo que D’os quiere de nosotros… O tal vez no hay trucos para recorrer el camino de la vida, solamente pasitos para adelante,
pasitos para atrás… Y no, no creo que siempre avancemos hacia el progreso y la evolución; a veces nos metemos el pie con unos retrocesos increíbles. Caemos en la trampa de nuestro inconsciente. Teniendo
la oportunidad de salir de las encrucijadas del pasado, frecuentemente nos enterramos más, solo para demostrarnos que las cicatrices siguen abiertas. Será que simplemente transitamos por esos caminos
oscuros porque los teníamos que recorrer, porque nuestra sed no se sacia hasta probar de todas las aguas, las dulces, las amargas, las que nos nutren, y las que nos matan…
La verdad es que somos naturalmente imperfectos.
Por ejemplo, la semana pasada compré unas sábanas. En la caja me advirtieron que guardara el recibo para cambios y devoluciones. Me ganó la prisa, y por supuesto tiré el recibo entrando a mi casa. Días después, abrí el paquete para darme cuenta de que no eran sábanas, sino un cobertor espantoso que jamás usaría. Esta misma situación me ha ocurrido tantas veces en mi vida que podría hacer una serie de tres temporadas
sobre devoluciones que me salieron mal por no guardar el maldito “ticket”. Sin embargo, mi soberbia me dice “rómpelo en pedacitos y tíralo a la basura porque solo estorba”. Y ahora tengo que volver a la tienda para rogarle al gerente que me ayude. ¡Si tan solo aprendiera las lecciones de mi propia historia!
Tan imperfectos como individuos como imperfecta la humanidad. Los rusos, por ejemplo. Uno pensaría que después del desastre que fue el colapso del bloque soviético y las décadas de pobreza que
transcurrieron para su recuperación económica, aunado a la humillación internacional y el desengaño de haberlo apostado todo a una ideología obsoleta; que después de todo esto, el liderazgo ruso nunca más jugaría a la expansión imperial.
Pero lo olvidó, y ahora quiere volver a mover fichas en el tablero global como si fuera la Guerra Fría.
Todo mientras mueren cientos de personas todos los días por su invasión a Ucrania, por el frío, por la pobreza que genera una guerra. El inconsciente colectivo de Rusia les tendió una trampa, y cayeron. Yo dudo mucho que salgan victoriosos, pero uno nunca sabe en este mundo…
China es poderosa, persistente, ingeniosa y sumamente rica. Y esto es, en gran medida, gracias a todos
nosotros porque hemos pensado en ellos como proveedores-aliados, y no como poderosos-adversarios.
Se escondieron en un punto ciego y no los vimos venir.
O el Partido Comunista Chino, insistente en convertirse en la mayor potencia mundial. Portavoces chinos han afirmado que su país está embarcado en un «ascenso pacífico al poder», sin embargo, como se suele decir por ahí, nosotros tenemos otros datos. Sabemos que están espiándonos desde sus satélites,
desde los globos de aire que sobrevuelan en nuestro continente, desde su aplicación Tik Tok, y de muchas otras maneras. Oprimen los derechos humanos en Hong Kong y amenazan a Taiwán. Se roban las tecnologías producidas en Occidente, y son desleales en el comercio internacional. Esconden datos sobre el contagio de cierto virus descubierto en Wuhan en el año 2019, y mucho más.
China siempre ha pretendido convertirse en una potencia mundial. Hoy, ya lo es. Y cada día está más cerca de convertirse en la potencia mundial más dominante. Han jugado bien su juego, y lentamente
fuimos cayendo en la trampa.

Ahora bien, ni el conocimiento de la historia, ni el estudio del comportamiento humano nos pueden preparar para los eventos que se generan repentinamente y que transforman nuestra realidad en instantes.
Esos eventos que jamás pensarías que van a ocurrir, como tirar las llaves en la calle justo cuando caminas sobre una coladera. Escuchas el metal de tus llaves chocar con el material de la alcantarilla, y en un abrir y cerrar de ojos las ves desaparecer en las profundidades de la Tierra. Tu día cambia
radicalmente, y todo lo que tenías pendiente pasa a un segundo plano; en ese instante, todos tus recursos disponibles los canalizas a solucionar esa improbable casualidad.
Algo así vivimos en el 2020 con la pandemia del COVID-19. Nuestros planes se fueron por la mismísima coladera, y nuestras prioridades cambiaron inmediatamente. Desde aquel frenesí por comprar
cubrebocas, todo tipo de alcoholes, geles y toallas desinfectantes, y por supuesto, papel higiénico en cantidades industriales. Nuestra vida cambió radicalmente, y tuvimos que cancelar prácticamente todos nuestros planes para iniciar un prolongado confinamiento. Hablábamos de camas disponibles en los hospitales, del aumento de contagios, posibles vacunas, síntomas, efectos secundarios, secuelas de la
enfermedad, etc. Estuvimos meses sin reunirnos con nuestros padres, abuelos, amigos. Una gran sorpresa para la humanidad que nos demostró nuevamente nuestra vulnerabilidad.
La versión más aceptada acerca del origen de la pandemia se centra en Wuhan, supuestamente en un mercado de comida en la que una persona ingirió un animal enfermo del virus. ¿Será murciélago? ¿Será
pangolín? ¿O habrá sido un empleado de Instituto de Virología de Wuhan que accidentalmente resultó infectado por un virus que estaban estudiando ahí? Será el sereno, pero todo hubiera sido distinto si esa
persona no se hubiera parado a comer en el mercado ese día. ¿O será que simplemente debemos asumir que cada cierto tiempo surgen pandemias así por que sí?
A lo mejor esta imprevisibilidad está en todo. Algunas situaciones nos ocurrieron la semana pasada de manera repentina, y otros se llevan construyendo por meses, años, incluso décadas. Algunos momentos
son sorpresivos, mientras que otros son provocados con una intencionalidad metódica y calculada. La invasión de Rusia a Ucrania, las maromas chinas para convertirse en los reyes del mundo, y por
supuesto la pandemia del COVID-19 son eventos omnipresentes en la agenda internacional. Y cada uno de ellos es la consecuencia de un pasado que no logramos dejar atrás. Llenamos nuestro vaso de experiencias colectivas: algunas buenas, como la cooperación; otras no tanto, como la guerra y la inflación provocada por la guerra. Algunos pasos para adelante, otros para atrás. Y otros pasos nuevos, como la reconfiguración de la cadena de suministros, o la destrucción de los recursos naturales y el cambio climático.
No podemos cambiar el pasado. No podemos recuperar esas llaves que cayeron en la coladera, ni podemos deshacer los efectos de decisiones equivocadas que hemos tomado. Ya sea por ignorancia, por impulsividad, por inmadurez, o por lo que sea, todos cometemos errores; y desafortunadamente, no podemos regresar en una máquina del tiempo para cambiar el pasado.
Pero el conocer el pasado es importante para extraer aprendizajes, experiencia y humildad, herramientas que nos sirven para enfrentar los retos del presente.
Porque nada nos libra de lo que aun está por venir, ni como individuos, ni como país, ni como humanidad. Y siempre volvemos al mismo punto de partida, a ese instante en que todo puede salir bien o todo puede salir mal, ya sea por azar o por nuestras propias decisiones. Porque así somos (y así es el
mundo), perfectamente imperfectos.
Sabes que soy tu fan!!
Excelente artículo, fresco, humano, reflexivo.
Esclarecedor y entretenido.
Simplemente de primer nivel!
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Gracias Judy!
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