Por: Sara Galico
La discusión sobre las escuelas está presente en cada hogar, pues las decisiones que se tomen en torno a este tema serán críticas para nuestra economía, para nuestras instituciones y muy probablemente también para el bienestar de los niños, maestros y sus familiares. Queda claro, la prioridad es la salud física, y nuestras autoridades confían en que las consecuencias de los efectos socio-emocionales serán manejables. Así que iniciamos un año escolar a distancia.
Yo estoy en primera fila del drama escolar que estamos viviendo, en primera fila y por doble partida. Tengo hijos tomando clases a distancia, y además soy docente de preparatoria. Mi angustia es exponencial porque como maestra, se que mi esfuerzo monumental se quedará corto. ¿Alguna vez han soñado que corren a toda velocidad y simplemente no avanzan? Eso es, precisamente lo que siento al ser maestra en estos momentos.
Las clases espectaculares para la modalidad presencial son ahora aburridísimas detrás de una pantalla. Entonces intento adaptarme, aprender nuevas plataformas y estrategias para inspirar, divertir y crear. Me presento en mi clase de Zoom y me encuentro con mis alumnos, contenidos en un cuadrito de 5 cm. Sus emociones y problemas se contienen en ese cuadrito también. Generalmente están más dormidos que despiertos, se perciben apáticos, cansados y aburridos. En el fondo me siento igual, quiero gritar de frustración, pues el trabajo que me contagiaba de vida, buena vibra y emoción ahora se contiene en una pantalla fría y desconectada.
Quiero gritar, rendirme. Pero no grito, recuerdo que soy el adulto y que yo pongo el ritmo de la clase. Suspiro y tomo aire para dar lo mejor que puedo hacer. Saludo a mis alumnos preguntando cómo están. Algunos responden, otros no. Se que no quieren estar allí, en un cuadro de 5 cm. Quieren estar en el salón, en los pasillos, en la cafetería, en el patio o en el jardín de la escuela.

Los chistes y ocurrencias que compartíamos y desataban carcajadas, ahora se limitan a esbozar muecas que aparentan ser una sonrisa. Realmente tampoco podría asegurar que la sonrisa sea porque les agradó el chiste, pues muy probablemente al mismo tiempo, están viendo videos de Tik Tok o jugando Fortnite. Los debates que se generaban en los temas de política, ahora son pausados, limitados, apagados. No hay interrupciones, y se siente la tristeza, el enojo y la desesperación. Generalmente me hacen la misma pregunta: ¿cuándo crees que podamos regresar a la escuela? Me miran buscando respuestas, les fallo porque simplemente no las tengo.
La crisis golpea la rutina de millones de niños y adolescentes que deben permanecer en casa a pesar de que los riesgos para su salud física son pocos. Están en casa absorbiendo la tensión que destilamos los adultos. Están en casa y no están en ese refugio social que está diseñado para su crecimiento y aprendizaje. Hoy lo único que tienen es un cuadro de 5 cm. en Zoom. Ese es su refugio.
Finalmente la sociedad está aprendiendo algo que los maestros ya sabíamos: la escuela no se trata de aprender los contenidos. Los contenidos son el pretexto para construir mejores seres humanos, comunidades solidarias y sociedades organizadas. La interacción verdadera entre los alumnos y sus profesores ocurre alrededor de las interrupciones, de los chistes y las diabluras que surgen a partir de ellos. La verdadera escuela está en los pasillos, en los silencios, y en la resolución de problemas que genera la experiencia escolar. Pero hoy eso también está limitado porque la interacción es a través de emails y más pantallas.
Termino mi clase, me despido de mis alumnos y empiezo a ver desaparecer los cuadros de 5 cm. de mi pantalla. Me quito los audífonos, y volteo a mi alrededor para encontrarme con mis hijos en la misma dinámica, convertidos en cuadros de 5 cm. para una maestra que se encuentra del otro lado de la pantalla corriendo a toda velocidad sintiendo que no logra avanzar. Como mamá, agradezco el esfuerzo que hacen, mientras resiento que el impacto es sumamente limitado.

Fue tal la desmotivación de mis hijos por empezar este ciclo escolar que ni siquiera querían estrenar cuadernos nuevos. Los tuve que convencer para salir a la papelería a comparar colores, lápices y plumas. Les confieso que fingí emoción para contagiarles un poco de interés.
Sin embargo, mamás, maestros y alumnos tenemos que seguir avanzando, buscando la adaptación y la resiliencia dentro de las nuevas circunstancias, pues evidentemente, no fue una cuestión de quedarnos en casa 15, 40 o 60 días. Llevamos cinco meses, y podrían ser muchos más. Debemos luchar todos los días para garantizar este refugio social para los niños y los jóvenes. Hoy tenemos cuadritos de 5 cm. y contenidos. Tenemos limitaciones y retos, y una esperanza de que pronto alcanzaremos la invención de una vacuna, una inmunidad de rebaño o un sistema educativo que llene los vacíos emocionales que ha dejado la desaparición repentina de la escuela como la conocíamos hasta ahora.
Hoy tenemos limones amargos, y estoy segura que los maestros del mundo no descansaremos hasta hacer que la limonada tenga un sabor dulce. No vamos a rendirnos aunque corramos y no lleguemos a ningún lugar. Estaremos a su lado.
Hay interacción en los casos que planteas, pero cuando el alumno tiene la tv y solo envía por correo electrónico sus tareas, o peor tiene solo sus libros de texto y el mensaje de que actividades hacer en ellos, acumularlos y esperar que día entrará su papá los trabajos y algún día volverán con algún sello. el chico o chica solos casi solos
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Así es! Mi realidad es privilegiada. Justo la semana pasada, tuve un acercamiento con una escuela rural. La tv tampoco es garantía, pues en sus hogares hay varios estudiantes y solo una tele. Así que dependen, de mandar trabajos y esperar sus sellos. Así es nuestro México desigual! Una tragedia
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Es muy exagerada su opinión. Si no logra despertar el interés de sus alumnos es porque le faltan herramientas y habilidades para dar las clases en línea. Claro que estar encerrados es triste y los chicos se están perdiendo de una buena parte de la interacción socioemocional con sus semejantes, pero no será para siempre. Menos drama, gritos y llantos y más creatividad señora. Aunque quiere terminar su artículo con una nota positiva y de esperanza,, no le pudo quitar el tono de amargura.
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Si usted fuera profesor, vería que tampoco le puede quitar el tono de amargura. Para algunos alumnos si fueron sus últimos meses de preparatoria… como le quita la tristeza a chavos que se fueron un fin de semana y no regresaron? O niños que viven en situaciones de violencia extrema en casa y deben estar encerrados con su agresor. A ellos como les ayuda? Mi opinión con todo respeto, es todo excepto exagerada. No hay herramienta que supla el cariño y apoyo humano. Le agradezco mucho su comentario!
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Que desmotivador tu comentario. Me motivo más el de la maestra, tengo dos hijas y cero cooperan con las maestras, porque no están felices de tomar clases en línea y la maestra siempre está animándolas, claro que es frustrante esta situación sea el tiempo que sea!!! No es falta de creatividad..
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