Por Sara Galico

Me siento muy vulnerable porque no se qué va a resultar de este experimento… Como cuando sueñas que vas caminando desnuda por la calle y no sabes si los otros personajes de tu sueño ya se dieron cuenta… Llevo 40 minutos entendiendo cómo usar la plataforma del blog. Temiendo que si aprieto un botón se puede borrar lo que he escrito, o peor aún, se puede publicar sin que esté psicológicamente lista. Quiero estar segura y convencida de querer subir mis opiniones al maléfico mundo de las redes sociales. Ese que juzga todo lo que se le aparece enfrente. Que es muy superficial pero deliciosamente adictivo.

Y es que les juro que yo no se de blogs… Bueno,  mentira… sé que es una herramienta que utilizan mujeres guapísimas para tomarse selfies con cara de pato, o hacer asanas de yoga super flexibles en la Torre Eifel. Presumir viajes «de la playa a la nieve en 3 días«, usando siempre atuendos muy adecuados y espectaculares. O que demuestran que la comida es una forma de arte moderno, tomándole foto a sus capuchinos de leche de almendra (porque los lácteos son el diablo), con figuritas de canela en la espuma.

Personalmente, les platico que me veo fatal en las selfies, mis brazos son muy cortos para agarrar un buen ángulo de mi cara. Me gusta mucho hacer yoga, pero no me paro de cabeza porque me da pavor romperme el cuello, y no conozco la Torre Eiffel. Soy muy afortunada y a veces viajo a la nieve y a la playa, pero con meses de diferencia. Generalmente me vas a ver vestida con jeans y playeras irreverentes. A mi comida no le tomo fotos, pero eso sí, evito los lácteos (porque en serio dicen que son malos).

Entonces, ¿por qué escribir un blog?

Porque lo que tengo de sobra son opiniones del mundo en el que vivimos, las sociedades que componemos, y las monumentales metidas de pata que los seres humanos cometemos. Porque creo necesario compartir ideas de tolerancia en un mundo cada vez más polarizado, considero la libertad de expresión como un derecho fundamental de nuestra democracia y lo quiero ejercer.

Soy internacionalista, y tengo un buen entendimiento del mundo que nos rodea, pero lo mío, lo mío… es la educación. Desde hace más 15 años me he dedicado al diálogo educativo, especialmente en temas de tolerancia y compromiso al cambio social. Es lo que me apasiona, lo que me levanta de la cama con una sonrisa cada mañana.

Y honestamente,  tengo talento para escribir. A mi edad,  he aprendido a enfocarme en mis virtudes y esconder mejor aquellas «areas de oportunidad», como les llaman ahora a los defectos para no atentar contra el autoestima.  Además, escribir es un arte terapéutico. Lo único que le ruego a Dios, es no parecerme a Kate del Castillo escribiendo a media noche una sarta de estupideces que desencadenaron todo el numerito con el Chapo. #queoso

Aquellos que me conocen saben que tengo un buen sentido del humor, y una cantidad inmesurable de sarcasmo. Mi objetivo a través de este blog es compartir mi cruda opinión. Así que los invito a seguirme y a compartir lo que les lata.  Los invito a construir conmigo un espacio de reflexión social, ligero, honesto y necesario para el mundo que habitamos.

Los #haters no están invitados. Mínimo no a este íntimo post…

Good company in a journey makes the way seem shorter. — Izaak Walton