Las redes de la cantina

Por: Sara Galico

«El precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que ofreces a cambio»

Martha Peirano

Entrar a las redes sociales es como meterse a una cantina de barrio. Aparentemente, cada loco con su tema. Te encuentras con los buena onda que sienten hermandad con los demás, van compartiendo y comentando en todas las conversaciones. En la esquina están los mala copa, resentidos por problemas de amores no correspondidos. No faltan aquellos exhibicionistas que buscan hacerse notar y muestran una cantidad de contenido abrumador y provocativo. En otra mesa, aparecen los que te explican todas las teorías de la conspiración y juran que los judíos inventaron el Holocausto para apoderarse del mundo. Los que solamente van de paso y entraron a comerse una hamburguesa con papas mientras leen el periódico. Los intensos que hostigan hasta el hartazgo.

Allí, también estás tú.

La música y el ruido hacen que la comunicación sea pausada, incompleta y breve. Gritas, editas, solamente dices lo más llamativo, y no proporcionas el contexto porque nadie lo escucha.  Nadie parece poner atención al contenido de las conversaciones.

Y al igual que un alcohólico le miente a su familia diciendo que debe pasar el día en la cantina para cerrar negocios con sus clientes o proveedores, te juras que estas allí por un asunto de presencia en medios. La repostera en Instagram tiene el pretexto de buscar estilos nuevos de decoración, el periodista en Twitter para estar enterado de la agenda política, la blogera en Facebook para ver si su artículo fue compartido. Las redes son, además de un producto de entretenimiento, una herramienta de productividad. La realidad es que eres completamente dependiente de ellas y lo ocultas con el pretexto de mantenerte relevante.

Eres adicto y regresas varias veces al día. La cantina no te hace mejor persona, pero es inevitable. Rapta tu voluntad y tus horas de sueño y te hace sentir culpable de querer volver.

Instagram @plumamex

El balance en la cantina puede romperse fácilmente, la amistad se puede esfumar con un comentario, incluso una indirecta. Y se sueltan los madrazos. No hay pronóstico, el ambiente se torna completamente impredecible y violento en cuestión de segundos. Las ofensas cortan como el filo de una botella rota. Las heridas son peligrosas, profundas, a veces mortales. Y las luces de neón que prometen un ambiente divertido, se nublan por el humo y la densidad en el aire. Claro que existen reglas, sin embargo, son frágiles y se aplican a conveniencia.

Las cantinas son peligrosas, las redes sociales también lo son. En vez de ponerte un sello en la muñeca cuando entras, te instalan una cámara en la frente y otra en la nuca, te insertan un micrófono y un sistema de GPS que te sigue a todos lados. Tiene también un algoritmo de reconocimiento facial con una precisión del 97%.

Los dueños de la cantina se enriquecen por tu comportamiento compulsivo. Los tragos son gratis, porque el producto eres tú. Te cuentan historias relatando que eran chavos soñadores que emprendieron en un garaje, sin dinero y con ideas grandiosamente revolucionarias. Detrás de la barra, te esconden la cadena de codicia y pleitos  que los llevaron a construir imperios nunca antes vistos. Venden tus datos (que consiguen voluntariamente), a cerdos que intentan reventar las democracias que tanto trabajo nos costaron construir. Entregan tu privacidad a un sistema centralizado e irresponsable que no se somete a las reglas de nadie, solo a las propias.

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 El pasillo tiene un mural de fotografías. Buscas pertenecer al mural, finalmente eres parte de la familia de la cantina. Tomas una foto para el #challengeaccepted, esta vez en blanco y negro. Cuelgas fotos de tus hijos, para que pertenezcan también y sean conocidos por todos aquellos personajes que desconoces. Las intenciones nunca son claras, y jamás merecen ser cuestionadas.

Los dueños dicen que quieren facilitar tu vida y mantenerte conectado a tus seres queridos. Mienten, te quieren allí, compulsiva e incondicionalmente para utilizar tu información. Te explotan y les entregas tu felicidad porque te convierten en un adicto más. No te cobran los tragos porque pagas con la moneda más cara que posees, minutos, horas y días de tu vida. Son los hombres grises de “Momo”, aquellos que te roban lo que nunca más podrás recuperar, lo más valioso que tienes: tu tiempo.

Levanto mi copa por todos aquellos que no entraron nunca a la cantina. Aquellos verdaderos revolucionarios que fueron más inteligentes y lograron burlar al sistema. Aquellos que no lo entregaron todo por un rato de entretenimiento. A todos ustedes que son la verdadera resistencia de nuestros días, desde la cantina les digo: ¡Salud!


8 respuestas a “Las redes de la cantina

  1. Si no estuviera en la cantina me perdería de artículos tan interesantes como el tuyo, soy creo parte de la resistencia pero desde adentro de la cantina para buscar lo que realmente vale la pena ver y leer… salud por tus artículos!

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